TP2 - "A la deriva"

Participantes:

- Kumert, Tatiana
- Gramajo, Alexis
- Gonzalez Tojo, Valentina

Algoritmo

La idea original era ir al botánico. Habíamos diseñado un algoritmo que nos hacía recorrerlo teniendo en cuenta las plantas de las distintas partes del mundo, aprovechando que el jardín está dividido por continentes. Sin embargo, cuando llegamos vimos que estaba cerrado por cuestiones climáticas. Dado a que queríamos que el viaje hubiera valido la pena, improvisamos un algoritmo en el momento.


Aprovechamos que estaba lloviendo para tomar como obstrucción los paraguas de la gente. Si la persona llevaba uno liso, entonces doblábamos a la derecha en la esquina. Si llevaba uno con estampado (como puntos, flores, rayas, etc) íbamos para la izquierda.



Para que no fuera tan fácil decidimos agregar una obstrucción más: el juego coreano Di Bi Di Bi Dip. En él, dos jugadores deben señalar hacia una dirección (arriba, abajo, izquierda, derecha) al mismo tiempo; si no coinciden gana el que retó al jugador número 2. Dado a que era muy difícil coincidir, decidimos acotar las opciones a izquierda o derecha. Si coincidíamos, girábamos en la dirección que indicaba el paraguas; de lo contrario, hacíamos lo opuesto.

Primer recorrido:








Segundo recorrido:

















Relato de un paraguas roto


Cuando en Buenos Aires llueve no se inundan sólo las calles, sino que también los corazones. Aquel charco que alguien pisa con sus zapatillas de lona es maldecido por haber mojado y puesto incómodo al sujeto en cuestión. Se llena de rabia, de energía negativa. 


No hay solo agua en las calles, ni en mis ojos, hay un sentimiento de melancolía que no se va hasta que al fin sale el Sol. El cielo gris queda aún más apagado que de costumbre, por todos esos colores vibrantes característicos de una ciudad tan grande. Todo brilla tanto, incluso la naturaleza. Hasta aquel árbol gigante de la plaza Casares parecía lleno de vida. 


Era difícil concentrarse en esos pequeños detalles entre el ruido de la calle y el que llevo en mi cabeza. Me resultó curioso cómo pude notar tanta energía positiva en este mar agobiante ¿Cómo podía ver esos colores en un entorno con tanta información monocroma? ¿Cómo podían esos objetos brillar con tanta fuerza a pesar de la lluvia incesante que los golpeaba? ¿Por qué parecían tan vivos? ¿Por qué yo no podía brillar como ellos? ¿Por qué yo no estaba tan lleno de vida?


A la ida me encontré con una madre y su hijo subiendo las escaleras del subte ¿Alguna vez llegaría a tener una vida así? ¿Quería algo de ese estilo en mi destino? ¿Siquiera encontraría a alguien que me amara a tal punto de querer tener un hijo conmigo? ¿Alguien alguna vez me querría? ¿Alguna vez yo me amaría?


Apenas había salido, pero ya quería volver a mi casa y olvidarme de todo. Sí, quería olvidarme de la persona que vendía paraguas en la esquina de Santa Fe y plaza Italia, de aquellos que esperaban para cruzar la avenida, de la naturaleza, del ruido de los autos, del ruido de mi cabeza, del reflejo de la ambulancia, de mi reflejo, de mí. 


El agua de mis mejillas se empezó a confundir con la que caía del cielo. Ya estaba empapado, aunque eso no era reciente. A este punto si alguien me preguntaba el por qué de mis ojos rojos, tan solo respondería que me estuve drogando. Era socialmente más simple que explicar por qué un hombre llora. 


En un tacho de basura encontré un paraguas colorido. Su mango amarillo resaltaba contra la superficie gris, algo así como todo a mi alrededor comparado con el cielo. Saqué el objeto del cesto; después de todo, no tenía nada con qué cubrirme. Al abrirlo, noté que tan solo una de sus varillas estaba rota. Solo una. 


La gente era tan curiosa, descartaban cosas útiles tan solo porque una parte de ellas se encontraba disfuncional en vez de arreglarlas. El paraguas no era el más lindo de todos (la combinación de colores era medio fea a decir verdad) y no funcionaba perfectamente, pero seguía cumpliendo su propósito. Me lo llevé a casa, porque no éramos tan distintos. 


Caminé con mi disfuncional paraguas notando a la gente que pasaba a mi alrededor. Todos iban bien protegidos; incluso los que tenían solo una campera no se mojaban tanto con la llovizna. Los envidiaba tanto, ellos estaban más secos que yo. Ellos no estaban incómodos por el frío de sus ropas húmedas. Me crucé con una chica con buena vestimenta y un buen paraguas viendo la vidriera de una inmobiliaria. Se veía tan bien planeando su futuro; era tan brillante. Probablemente si el día no hubiese sido tan gris, ella no hubiera resaltado tanto.  Seguramente si el cielo no hubiese estado nublado, nada hubiera resaltado tanto ¿Por eso a algunas personas les gusta la lluvia? ¿Porque es necesario que todo se ponga más oscuro para ver la belleza de ciertas cosas? Hay una frase que dice: “Las estrellas no brillan sin oscuridad”. Es bastante conocida, así que varias personas deben pensarlo. 


Bajé las escaleras hacia la estación de subte. Los pasillos y la sección anterior a los molinetes parecía incluso más colorida que de costumbre. Hasta el cartel de las líneas de subte aparentaba tener más vida que yo. Cerré mi paraguas roto y me quedé mirándolo. 


No era particularmente lindo... Ni cumplía de forma perfecta su propósito por el cual fue creado. Tampoco era muy especial. Fue dejado en un tacho de basura porque se lo consideraba inservible. Nos parecíamos bastante. 


Pero el paraguas fue visto por alguien. Esa persona le vio su valor y se lo llevó a casa, porque consideraba que con un par de arreglos funcionaría como nuevo. A esta persona le hizo bien verlo y tomarlo. Le sirvió lo que aquel disfuncional objeto tenía para ofrecerle. Entonces, si yo soy parecido al paraguas ¿Alguien va a verme por mis colores? ¿Alguien algún día reconocerá mi valor? ¿Alguien se va a dar cuenta de que yo también tengo algo para ofrecer a pesar de no ser perfecto? 


Dejé escapar un suspiro. Lo veía muy improbable ¿Qué tenía yo para ofrecer, si no había nada de mí que se pudiera amar? Nadie me iba a demostrar lo contrario, eso era una de las pocas cosas que tenía muy en claro. No solo era el cielo de Buenos Aires el que estaba de un gris tan oscuro. No todo resaltaba porque contrastaba. No todo brillaba con más claridad contra un fondo negro. Jamás sería como el paraguas.


Apoyé la Sube en el molinete, pero cuando iba a cruzar me choqué con alguien de frente.

Algunas de las imágenes para el video:
















Las 10 fotos seleccionadas











Mapa

Primer recorrido:



Segundo recorrido:



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